miércoles, 28 de agosto de 2013

Capitulo 1 "Vida" (Sujeto #1)

[Para leer el principio de la historia pincha AQUÍ]




            Pasaron un par de semanas desde el "Día D" (Igual un poco tópico lo del Día D). No había electricidad y el agua empezaba a escasear. Desde el instante en que en fui consciente de la realidad, aprovisioné agua y comida enlatada. Llené la nevera de botellas y cualquier tipo de recipiente con agua; me haría falta . También guardé los alimentos que sabía que tardarían menos en ponerse en mal estado y comía y bebía lo menos posible. Como era de esperar el agua dejó de llegar, y eso me llevó a plantearme tener que salir para sobrevivir en algún momento.
            Vivía en un quinto piso, en una calle antes muy transitada, con una boca de metro frente a la puerta de casa y contigua a mi portal, una farmacia y una tienda de ultramarinos. Como supondréis, todo estaba destrozado y apenas quedaba nada. La gente, al conocer la noticia de la plaga, comenzó a robar y a saquear los comercios, y yo... Llamadme cobarde si queréis pero no participé. Ahora que el agua y los alimentos son la moneda del mundo, cualquier persona puede ser un ladrón o un asesino, porque la pregunta en cuestión es: "¿Hasta dónde llegarías por sobrevivir?" Muchos habréis pensado que en una situación como esta, lo primero sois vosotros, o vuestras familias, si alguien se interponía en vuestro modo de seguir viviendo, ¿qué haríamos? ¿Llegaríamos a matar por seguir respirando?  Es la ley del más fuerte, por desgracia en mi camino he tenido que matar y me han arrebatado a gente... Como si no tuviésemos ya suficientes problemas con los caminantes...

            Los primeros días, desde mi ventana, los veía, andando despacio, sin rumbo fijo, con la mirada perdida y aullando. Aquellos aullidos que por la noche te helaban la sangre.Desde entonces no he vuelto a dormir en condiciones: gritos desgarradores, disparos de madrugada, llantos... Siempre estaba con un ojo abierto, porque, aunque por aquel entonces vivía a una altura considerable, siempre tenías el temor de que una horda de aquellas cosas entrara por tu puerta, y ahí sí que no había salida posible.
            Pasaban los días y la comida y el agua escaseaban, pero la idea de que en un futuro no muy lejano tendría que salir a buscar más me aterraba. Cada mañana me plantaba frente al mirador de mi casa y veía muerte. La gente salía a las calles en  busca de sus familiares y amigos o a buscar comida para intentar seguir vivo otro día más, pero  muchos de ellos no regresaban ya. Aquellas criaturas se guiaban por el ruido, y con el enorme índice de criminalidad que había en las calles, si no te mataba un caminante, lo haría alguna "persona", si podemos seguir llamándonos así.


            Con los días fui fijándome en mis vecinos más próximos, personas que, como yo, se habían negado a abandonar sus hogares y se sentían falsamente protegidos en las alturas. Me llamó la atención una casa en particular. Un padre y una hija que cada mañana se sentaban en el salón a desayunar lo poco que tenían. Tenía algo de cierta ternura aquella estampa.  Ver a una familia, o lo que quedaba de ella, sentarse en el salón a desayunar, con una sonrisa en la cara, me daba esperanza; esperanza para seguir. Me daba fuerzas para aguantar otro día más en aquella locura.
El padre solía salir de casa al menos una vez al día,  mientras la pequeña se quedaba en casa jugando con un osito. Desconocía si la pequeña era consciente de la situación y cómo se lo habría explicado su padre. Solo estaban ellos dos, por lo que me preguntaba qué habría sido de su madre: ¿estaría viva? ¿O ahora  era una sombra más en aquel mar de muerte? Quizá había muerto años atrás de cáncer, o por un accidente de tráfico...

            Sí, a veces la mente se me iba por completo en divagaciones absurdas, pero la soledad también pasa factura.

            Con el paso de los días, la pequeña se dio cuenta de mi presencia y nos pasábamos horas jugando a los personajes. Utilizábamos unos prismáticos y una pizarra blanca de rotuladores, de esos que se pueden borrar después de pintar con ellos. También entablé "amistad" con su padre, con el cual jugaba largas partidas de ajedrez ayudándonos de la pizarra y los prismáticos. Las partidas eran infinitas, pero si algo nos sobraba era tiempo. 

            Los días se hacían más amenos. Eran lo más parecido a unos amigos que tenia por entonces y reconozco que esos juegos y esas "conversaciones" eran ya parte de mi rutina. He de decir cuáles eran sus nombres, pues nunca me olvidaré de ellos, me dieron fuerza cuando más la necesitaba, me hicieron darme cuenta de la situación, el simple hecho de que otra persona interactúe contigo, en la situación en la que estaba, te hacía no perder la cabeza. Se llamaban Carol y Roberto.
 

Introducción "Muerte" (Sujeto #1)

No imaginé nunca que a mis 18 años todo lo que conocía y todo en lo que creía desaparecería. Seguramente no serán las únicas memorias que se leerán respecto al tema en cuestión, pues no soy el último que queda. Cada uno tendrá su propia visión y su propia opinión respecto al incidente, pero todos tenemos algo en común. Conseguimos sobrevivir. No sé bien si las cosas algún día podrán volver a ser como antes, y seguramente yo ya no veré ese futuro, pero me gustaría que los herederos del mundo sepan lo que pasó, que sepan nuestra historia. La historia de como sobrevivimos al Apocalipsis zombie. No recuerdo con exactitud el día que todo comenzó, o mejor dicho el día que empezó a morir el mundo. Fue todo muy rápido; a las pocas horas del primer brote de infección, los medios de comunicación empezaron a caer. Lo primero fue la televisión, después la radio, y por último Internet. La gente huía de las ciudades, sin saber que ningún sitio era seguro, que todo estaba infectado... Mi vida hasta el Día D (así denominábamos el día que comenzó la infección) había sido la de un adolescente normal y corriente; estudiaba informática en el instituto, tenía novia, navegaba por Internet hasta la madrugada viendo películas y series, hablaba con mis contactos de Facebook y vivía con mis padres. Me levantaba para ir a clase, volvía, bajaba al perro, comía, estudiaba un poco, tocaba la guitarra... Todo absolutamente cotidiano. En mi favor, diré que las horas que invertía en novelas, películas y videojuegos de zombies al final resultaron muy educativas, ya que gracias a esas pequeñas cosas conseguí sobrevivir. He perdido a mucha gente; familiares, amigos, vecinos... He perdido mi vida, al igual que todos los que estamos ahora aquí. Todos hemos sido hijos, hermanos, maridos y mujeres de alguien. Las primeras horas son confusas ahora en mi memoria... Esperaba a mis padres en casa, solían llegar sobre las 8 o 9 de la noche del trabajo. Mi madre era enfermera en un hospital del centro de la ciudad y mi padre era cocinero en un restaurante de prestigio. Me llamaron diciendo que llegarían un poco más tarde, que pusiese la mesa y que si quería cenar antes no habría problema. Esa fue la última vez que hablé con ellos. En mis ratos de navegación por Internet, en las respectivas redes sociales leía cosas acerca de ataques, de gente que enloquecía mordiendo a otras personas y que, tiempo después, también caían presa de esa especie de locura. Al principio pensé que era una broma, como muchas veces ha pasado, pero una llamada me despejó las dudas. Mi amigo Jesús me llamo a eso de las 10 de la noche (recuerdo bien la hora porque tenía en ese momento el móvil en la mano para llamar a mis padres, por saber cuánto les quedaba, ya que tenía hambre, pero había decidido a esperarles). La llamada de mi amigo fue algo así como: -Es real, está aquí, coged todo lo que pueda ser de utilidad y cierra, aprovisiona agua y comida- Se oyó por el auricular del teléfono- Vamos, tío, ¿de qué coño hablas?- Pensaba, claro está, que era una broma, al igual que las tonterías que ponían por Internet. -Enciende la televisión. Lo que vi a continuación me dejó perplejo. Se me cayó el teléfono al suelo al ver que la gente huía, corría sin control por las carreteras, autopistas... Las calles de la ciudad eran un caos absoluto, la policía se unía a los civiles en la huida, la huida a ninguna parte... Según decía la presentadora (a la que se veía distraida y preocupada), la mala acción de los políticos al intentar ocultar la plaga y eliminarla lo mas discretamente posible había sido la razón principal por la que la infección era ya casi total. La imagen del televisor era cada vez menos clara, y el último balance del nivel de contagio era del 74% de la población mundial. No se sabia con exactitud, o mejor dicho no quisieron dar a conocer la zona cero donde había empezado todo, pero sí sabíamos que China, Japón, Canadá, La India y la mitad de Estados Unidos estaba perdido. Ahora la infección se dirigía a Europa, entrando por Rusia y arrasando todos los países a su paso hacia el sur hasta aquí... La plaga había llegado a mi ciudad.