miércoles, 9 de octubre de 2013

Capitulo 8 "Tengo una idea" (Sujeto #1)


[Para leer el principio de la historia pincha AQUÍ]



Pasaron un par de semanas desde la salida nocturna de Sara y las cosas estaban un poco más calmadas. Después del incidente mi actitud hacia ella cambió considerablemente. Aquella noche actué sin pensar y en caliente, pero cuando conseguimos llegar y lo pensé en frío… ¿Por qué lo hice? Si, vale, era mi amiga, pero ya éramos mayorcitos así que decidí distanciarme de ella por una temporada. No sé si  para hacerla escarmentar o para quitarme ideas absurdas de la cabeza, necesitaba mantener la mente fría ya que un paso en falso significaba la muerte. Ella claro está, notó ese distanciamiento, al principio insistía en hablar del tema conmigo pero siempre me escabullía con cualquier excusa. Solicité el cambio de ático y pedí que me aumentaran las guardias para coincidir con ella lo menos posible. Ella se dio cuenta de aquellos detalles y al final desistió, respetó mi opinión y me dejó tiempo para pensar. Por lo demás todo seguía igual, excepto por los alimentos. Empezaban a escasear y las raciones cada día eran más pequeñas. Estuve hablando con Carlos sobre salir más allá del barrio a por víveres. Había pensando ir por las líneas de metro hacia otros núcleos urbanos cercanos, pero éramos pocos hombres y no podíamos dejar el refugio sin protección, y además, a Carlos y a los demás les pareció una locura. El único que estaba medio convencido de mi idea era Alfonso. El panadero dijo que era una opción, no era la mejor, pero tampoco había muchas más. Bajar al metro, abrir las máquinas expendedoras y coger todo lo que se pudiera utilizar para proteger y preservar el refugio. Da la casualidad de que en nuestro barrio tenemos (o teníamos) metro, cercanías y una estación de autobuses que conectaba con el resto de ciudades del país. Miles y miles de personas transitaban antes aquellas estaciones y ahora… Miles de Caminantes siguen deambulando por las instalaciones.   Ahora que tenía en mente el plan, tenía que pensar el qué podríamos sacar de ahí dentro. En el metro como ya he dicho había maquinas expendedoras con comida y bebidas (o igual ya no), había comercios en los que podría haber alimentos imperecederos, igual había supervivientes o lo mismo encontrábamos algún generador de emergencia en las instalaciones. La idea iba cobrando forma y ya nada me podría echar para atrás en su ejecución. Al día siguiente durante la comida, hable con los demás, propuse mi idea y Sara me miró en el momento que dije “Bajar al metro”. Se armó un gran revuelo y la gente comenzó a hablar más y más alto, hasta que Carlos les silenció, me permitió continuar con el plan que establecí. Cuando terminé de exponer, se impuso un silencio que se me hizo eterno. Cuando pedí voluntarios, solo Alfonso levantó la mano y añadió – Estoy harto de estar aquí metido, de salir como vulgares ratas a por comida y volver corriendo a nuestra ratonera, quiero poder hacer algo más… Miraos… ¿De verdad creéis que sobreviviréis aquí? No… Algún día esos mamones entrarán y nos mataran a todos- Hizo un recorrido con la mirada, posándose en los ojos de Jose, Carlos, y Manuel. –Somos cuatro, si vamos bien protegidos y armados podremos conseguirlo. Deberíamos mirar en los trasteros, puede que encontremos ropa más adecuada y armas para defenderlos-. Cuando dijo lo de los trasteros, caí en la cuenta y grité: -¡Cómo puedo ser tan estúpido!- Los demás se quedaron alarmados cuando me vieron salir corriendo hacia una de las puertas que daba a los pisos. Subí a mi casa y rebusqué los por cajones de mi padre, encontré la llave que buscaba, la llave del nuestro trastero. Bajé corriendo al piso -1, atravesé el garaje y pasé dos puertas, una sin llave y la otra con llave, la misma llave para el portal que para la sala de los trasteros… Genial. Entre en la sala y encendí la linterna, con las prisas se me había olvidado completamente la posibilidad de que hubiera algún Caminante por ahí abajo pero bueno, no iba a volver atrás únicamente para mirar estando tan cerca de lo que buscaba. Si habéis leído alguna vez acerca de cómo protegerte contra el apocalipsis zombie, sabrás que una de las precauciones que debes tomar en llevar ropa adecuada, y os diré que es lo más adecuado… ¡El neopreno! Cuando Alfonso dijo de explorar los trasteros caí en la cuenta de que mi padre y mi madre hacían submarinismo en verano. Tenían dos trajes casi nuevos en el trastero y a saber que más material. Me puse la linterna en la boca, sujetándola con los dientes para poder disponer de las manos. El arcón de plástico donde estaba guardado el equipo de submarinismo no tenía cerradura así que solo tuve que desanclar dos cierres y ahí estaban, los dos trajes de neopreno. Me pondría uno de ellos sobre la piel directamente, luego ropa normal por encima y listo. Al ser tan elástico, la mordedura es mucho más difícil que sea efectiva y eso es un gran punto a favor. Pero había algo más en el arcón. Un precioso arpón, con la punta muy afilada, pasé un dedo para comprobarlo y en efecto, una gota de sangre comenzó a correrme por el dedo y casi de inmediato, escuche varios golpes muy cerca de mí. La sangre… Maldita sea, que estúpido soy, ¿lo habrían olido aquellas cosas? Pues si, en efecto, salí del trastero con el arpón cargado y la linterna en la boca, temblando de miedo y a los pocos metros apareció el primero. Una fracción de segundo fue lo que transcurrió desde que lo vi hasta que le clavé el arpón en uno de los ojos, desplomándose estrepitosamente contra el suelo. Cogí el arpón con cuidado de no ensuciarme con la sangre y enfoqué hacia la puerta de acceso a los trasteros por si había alguno más. Al ver que no, me di la vuelta, volví a mi trastero, me apoderé de los trajes y cerré con llave. Busque algo para meterlos y poder llevarlos y divisé una mochila al fondo, salté entre las cosas, la abrí y saqué lo había dentro (apuntes míos del instituto…) Metí los neoprenos, cerré la puerta con llave y salí del cuarto. Recorrí el mismo camino, atravesé el garaje, ahora sí, con más precaución y a mi paso cerré todas las puertas que encontré en mi camino. Llegué a casa sano y salvo, deposité la mochila en el salón y volví a bajar a la zona común. Alfonso había convencido a los demás para hacer la expedición y mi mayor sorpresa fue ver que Sara también se había apuntado. Claro está, me negué, poco más tarde hable con Carlos y me opuse a que Sara nos acompañara después de lo que hizo hacía unas noches. Carlos solo pudo responderme que era mayor de edad y que no podía negarse, que si quería formar parte y ayudar no estaba en su mano decirla que no. Lo único que pensé era que tenía que hablar con ella, hacerla entrar en razón, pero recordé que no nos hablábamos así que la cosa estaba complicada…  Lo último que se dijo era que la salida se haría en la primera semana de diciembre.

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